jueves, 22 de septiembre de 2011

Falso bizcocho cumpleañero (más bien coca de limón)

Hoy han venido a verme mi amiga Samantha y su hermana Toñi, acompañadas de sus hijas Paula, Salma y Amel que tienen entre dos y tres años. Sí, han entrado como una horda de vándalas en casa gritando y cantándome cumpleaños feliz.

-Pero si mi cumpleaños es el 6 de abril (apreciése que dejo caer sutilmente este dato para que me felicitéis cuando corresponda).

-Ya, hija, pero las hemos dicho que es tu cumpleaños, que te traemos un regalo y que comeremos bizcocho.

El regalo han sido dos estupendos estuches de vapor de Lékué que nunca me atreví a comprar pero siempre me parecieron tentadores. Ya sabéis, "me espero a la extra de verano". Ya no tengo excusa para hacer papillotes sin papel de plata y ahora me quedarán los platos superbonicos y presentables. Por fin.

Pero a las tres pequeñas bestias pardas lo que les interesaba de verdad eran

a) donde estaban mis gatas. Escondidas, por supuesto. Habían entrado en su territorio tres depredadoras con la peligrosa intención de achucharlas y mis felinas no son tontas.

y b) el bizcocho. Una estupenda y humilde coca de limón que hacía una hora que había salido del horno.

Y allá que empezaron el ataque las tres niñas. Primero tímidas, que no tenían muy claro que les gustase. Luego repetían sin rubor.

-¡Quiero más!

Se han zampado la mitad de una sentada, así que seguro que no cenan esta noche.

Para madres que engañan a sus hijas con falsos cumpleaños con tal de celebrar algo, aquí va la receta del bizcocho de limón que sacia a pequeñas bestias pardas.

Ingredientes: un yogur de limón, tres huevos, el aceite que quepa en un yogur, el azúcar que quepa en dos yogures, la harina que quepa en tres yogures, un sobre de levadura, ralladura de un limón.

La elaboración tiene la dificultad de los deberes de un preescolar. En una fuente echas los tres huevos y bates con una barilla. Le echas el yogur de limón y bates otro poco. Es el turno del aceite (ya sabéis, se utiliza el vaso del yogur como medida) y en seguida, el sobre de levadura y la ralladura. Batimos y añadimos poco a poco el azúcar. Una vez bien mezclado, toca el turno de la harina. No escatimeis en darle al brazo: no deben quedar grumos y cuanto más trabajes la masa, más rico.

El horno debe estar calentando a 180 grados, mientras tanto.
Cogemos un molde alargado y alto y lo recubrimos con una capa de margarina y luego espolvoreamos harina para que no se pegue. Echas la mezcla y al horno 35 minutos.

Sobra decir que no hay que abrir el horno, especialmente al principio, que si no el bizcocho se baja. Yo ya ni miro el tiempo: más o menos a ojo cuando ha subido, le meto un tiento con el cuchillo. Si sale la hoja limpia, es que está listo.

Aquí, la prueba del delito:



El bizcocho estaba bueno, pero sabe aún mejor al saber que hacerlo en casa cuesta sólo 1,72 euros. Sin conservantes, sin colorantes y sin pagar de más.

P.D. Durante la elaboración de este post ninguna gata sufrió daños y su autora ingirió un pedazo de esa coca. Eah.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Aprendiza de sushiwoman

Cual Mamba Negra en busca de la sabiduría a la hora de agarrar espadas samurais, yo me fui a Cocinaria este jueves a aprender sushi (ahora soy igual de mortal que Uma Thurman, que lo sepais). Lo de los cursos de cocina era una de las cosas que más me escocían cuando trabajaba: con mi horario infernal no podía apuntarme a ninguna actividad y me perdí cursos de cocina francesa, monográficos del foie o catas estupendas para salir a gatas cantando Asturias, patria querida. Así que ahora me voy a resarcir y me pienso apuntar a todo lo que pille, aunque creo que eso a mi CV no lo va a dotar de más empleabilidad, término que tanto les gusta a los liberales.

El jueves pasado arrancaron los cursos de septiembre de Cocinaria con el sushi de Tomeu Martí, el chef del Arume. Dicen los fanáticos del pescado crudo que es uno de los mejores restaurantes de Mallorca, aunque yo aún no lo he catado. Eso sí, Tomeu controla mucho y me lo han recomendado, incluso mis pescateras preferidas del Olivar (eso da para otro post). Tomeu Martí estuvo trabajando cinco años en el Hanaita (Puerto Portals), donde le enseñaron unos chefs japoneses. Después pasó a ser el jefe de cocina tres años. Al poco se largó a Japón cuatro meses a aprender de un chef japonés de los de verdad. Dice que ni el profesor ni él se entendían pero a fuerza de estar en la cocina le pilló los trucos. Lo mejor, comentaba descojonado, es que le levantaba a las cinco de la mañana para ir al mercado. Y para desayunar, sashimi a palo seco. Luego llegó a Palma y montó su restaurante.

Durante las dos horas y media de clase los 12 alumnos aprendimos a cocer el arroz, algo fundamental en la técnica del sushi. De hecho casi supuso una hora de la clase. Ahí es cuando descubres las maravillas de la técnica. En este caso, la arrocera: metes el arroz, metes el agua y le das a un botón. Luego lo dejas reposar 20 minutos y vualá! El arroz listo. Antes hay que hacerle los tres lavados de rigor. Para los que no quieran perderse ni un truco, aquí va un video de Martí donde lo explica la mar de bien.

Que si hosomakis, huramakis, nigiris, gunkanmakis... Al final salimos de clase sabiendo todos los truquillos y, lo más importante, donde puñetas encontramos esos ingredientes tan curiosos. Un apunte: Tomeu reniega de la marca favorita de los supermercados, Blue Dragon, y recomienda ir a las tiendas de los chinos de Pere Garau o ese supermercado en apariencia chungo de al lado del restaurante Rififí de Palma.


 Tomeu, cual maestro Miyagi, enseñando el arte del sushi a sus discípulos.

Lo mejor de la clase es que, claro, haciendo tanto rollito ante nuestros ojos, no te quedaba más remedio que comértelo. A las siete de la tarde, ni más ni menos. Nunca había merendado así, pero después del primer reparo, los makis iban cayendo en mi estómago agradecido. ¿El mejor de todos? Sin duda el de foie mi-cuit y membrillo con salsa teriyaki chorreando. ¿Lo peor? Que estaba en medio de la mesa de demostración y los platos pasaban de una esquina para terminar en otra. Y como sobraban rollos, las afortunadas de la esquina repetían hasta tres veces. ¡Mecachis!

Aquí, una muestra de la merendola del pasado jueves.

Después de catar las obras de Tomeu, me he quedado con ganas de ir al Arume. Eso sí, ya me hago a la idea de que no es un sitio barato pero hablan tan bien de él y total, un día es un día, mecachis. Lo bueno del curso, eso sí, es que ya se acabó lo de pedir sushi a domicilio. Que al final con la tontería te dejas un capital. La semana que viene voy a aplicar los conocimientos adquiridos. Habrá crónica, fotos y desglose del coste del sushi casero.

P.D. 1. Aquí os paso el calendario de los cursos de Cocinaria de septiembre. El de cocina japonesa caliente me tienta...

P.D. 2. El curso me salió a 36 euros y encontré plaza de puro milagro. Parece ser que hay lista de espera, así que no remoloneeis. Eso sí, no vayáis en grupo a montar cachondeo: te perderías los apuntes del profe y las dos horas y media de clase se hacen incluso escasas.

P.D. 3. Lleva libreta para apuntar y hambre. ¡Saldrás con las hojas y el estómago llenos!

lunes, 5 de septiembre de 2011

Fundación y principios de la Hermandad de la Santa Croqueta

Si hay algo que consuele las penas son, por orden, el chocolate con churros y las croquetas. Como todavía hacer calor en Mallorca, me he dedicado con ímpetu a elaborar esas ricas bolitas empanadas. Total, por fin tengo tiempo ahora que trabajo para el INEM.


La croqueta debería erigirse como sustituta del Prozac: su elaboración es tan trabajosa que se te olvidan las neuras. Son baratísimas de hacer y encima, están muy ricas (si te salen bien, claro, que luego está la Croqueta Atroz, con una bechamel tan espesa que se ha cobrado vidas, o la Croqueta Ni Fú Ni Fa, donde se ha llegado a encontrar apenas una brizna de jamón serrano, que no evita que te estés zampando una cucharada de engrudo).

Este fin de semana metimos en el horno un pollo campero de tres kilos y pico. Pese a que éramos cinco, no pudimos con todo y yo atesoré sus pechugas en la nevera hasta hoy. Total, que me han salido 300 gramos de pechuga picadita fina, a la que de paso le metí tres huevos cocidos (para recordarme a las croquetas de huevo del pueblo de mi madre) y unos taquines de jamón.

Siempre hago la croqueta a ojo y siempre me queda en modo coulant: es decir, rebozada por fuera, fundente por dentro. Vale, queda superrica así, pero no veas para hacer las croquetas, un Cristo. Así que me he cogido el libro de José Andrés y he cogido sus medidas: ocho cucharadas de mantequilla, media cebolla picadita, una taza y media de harina, cuatro tazas de leche, media taza de jamón picado, 150 gramos de pollo, sal y nuez moscada.

La elaboración, pues como siempre: pones la mantequilla a derretir. Sofries la cebolla y a los cinco minutos echas la harina. Hala, a remover con las varillas como si te fuera la vida en ello. Una vez mezclado, echar la leche. A remover con el mismo ímpetu, que no queremos grumos. Cuando ya tienes la masa cocida (échale cinco minutos), le echas el pollo y el jamón, y a continuación la sal y la moscada correspondiente (nada de hacerlo a ojo, siempre tienes que probarlo). Luego es cuestión de dejar enfriar y pasar por harina, huevo y pan rallado. Hala, a la sartén y a comer.

Total, que me he liado, me he liado y me han salido 77 croquetas. Aquí, la prueba:


Ahí tenían una pinta como muy de normal. Pero ah, una vez fritas...


...se me caían los lagrimones de la emoción. Bueno, me han hecho una crítica: un poquito más de jamón le habría dado más potencia a la masa. Pero eso es lo mismo que si está Miguel Ángel deslomado mientras pinta la Capilla Sixtina y te viene el Papa Julio II y te dice: Um, no sé si ese tono pastel queda bien del todo... Y te cagas en todo. Pero tenía razón. Pese a la carencia de una pizca más de jamón, son maravillosas.

Mientras dábamos cuenta de la primera tanda de croquetas, nos pusimos a hacer números. ¿Cuánto cuesta hacer una croqueta?
300 gramos de pollo: 1,80 euros en total.
100 gramos de jamón serrano: 0,15 céntimos
3 huevos: 0,27 céntimos.
Más otros seis huevos para rebozar: 0,54 cts.
Harina, 400 gramos: 0,34 cts.
Leche, dos litros: 1,05 euros

Pan rallado, 300 gramos: 0,08 cts.
Aceite, 200 ml: 0,46 cts.
Mantequilla: 0,98 cts.

En total, 5,67 euros. Que entre 77 croquetas nos sale a 0,07 euros la unidad.

Ahora bien, ¿a cuánto te están cobrando la croqueta si te la comes fuera? Pues mira, en concreto la croqueta del Beewi sale a 1,3 euros. Aunque también es cierto que es muy grande. Pongamos, pues, que vale por dos de las mías, es igual: me ha costado 0,14 céntimos de euro. Que hasta el euro y medio es una diferencia de 1,16 céntimos. ¿Es todo beneficio? Claro que no. A mí me ha supuesto cerca de tres horas de trabajo, partida que no he aplicado al coste de Mi Croqueta.

¿Merece la pena liarse a hacer croquetas?
Yo sólo sé que ahora mismo me duele la riñonada y la cocina se me quedó tal que así:


Si, como la zona cero. Harina y pan rallado por todas partes como si hubiese nevado.

Aún así, ahora mismo la satisfacción del trabajo bien hecho y 67 croquetas congelándose para cuando vengan tiempos apresurados y no tengamos tiempo de cocinar. Lo menos para cuatro meses hasta el próximo día de la Croquetada.

P.D. El medio kilo de croquetas congeladas del Mercadona cuesta 0,75 céntimos. No sé cuantas croquetas caben en eso. Pero ya te digo yo que no están tan ricas como las caseras. Que lo sepas.